El cabrito con pepitoria que me llevó 200 años al pasado.

Foto de Restaurante Chiflas, Bucaramanga: Cabrito, pepitoria, arepita y  yuca en Chiflas - Tripadvisor 

Imagen de referencia, no fue mi almuerzo pero sí tenía cabro, pepitoria [arroz con vísceras], yuca cocida y arepa santandereana de maíz. 

 La siguiente es una entrada especial. Hoy es 5 de octubre de 2025 y acabo de almorzar. Fui al restaurante que queda al lado de mi casa y tuve una experiencia extática que llevó mis sentidos hacia el año 1830, al municipio de Los Santos, Santander.

 

Pero primero, algo de contexto:

Llevo prácticamente un año interesado en la genealogía de manera activa, armando mi árbol y descubriendo de la bruma del pasado todas las personas que pueda que de no haber sido por su existencia y su prole, yo no estaría aquí y tu no estarías leyendo esto. Entre esos ires y venires, uno de los principales misterios por el lado materno de mi árbol ha sido la identidad de mis antepasados Juan Natividad Salgar y María Sinforosa Argüello, que tuvieron a Luis Clímaco Salgar, uno de mis 8 tatarabuelos.

De Natividad tengo una sospecha de quién puede ser, pero no la he confirmado, pero en cuanto a Sinforosa, nunca había encontrado más información además de que era la abuela paterna de los hijos de Clímaco... eso hasta el día de ayer que gracias a la revisión de la partida de matrimonio del primero de Clímaco, encontré que el sacerdote en una ocasión la registró como Sinforosa Pinto. Esto es importante y hay que irse un poco atrás en el tiempo para entenderlo: si un sacerdote ponía en duda la legitimidad de la herencia de un apellido paterno y no se lo demostraban, prefería escribir el de la madre.

 

Mal por la señora Sinforosa, pero me resultó de maravilla ya que yo no tenía idea de cuál era su apellido de madre, y a pesar de que por la rama de mi abuela materna todos estén en Rionegro, Santander (pueblo que quiero con el alma), en tal dichosa partida matrimonial aparecía que Clímaco era natural de Los Santos (Santander).

 Con tal información, pude dar con el rastro de los papás de ella, que fue bautizada en el municipio de Piedecuesta. (villa entre Rionegro y Los Santos)

 

(De haber contado con este documento a la mano, a Sinforosa la hubiesen registrado como Arguello, y no como Pinto, y seguramente yo no habría podido encontrar su pista). Ya tenía los nombres de los dos papás de María Sinforosa: Gregorio Argüello y Rosaura Pinto, por ellos estoy escribiendo esto.

 

Buscando el almuerzo luego de un buen entrenamiento.

No tenía ganas de hacer almuerzo este día domingo, me fui al restaurante vecino que tiene aires muy coloniales, con un jardín, cocina a gas y también su zona de asado al carbón y la música ambientan muy bien con ese pasado colonial andino de nuestra región. Ahí ya se había gestado un espacio para lo que vendría después... y por supuesto, viendo las opciones del menú, me antojé de cabro

Mientras esperaba, tuve el impulso de continuar con las tareas de genealogía mediante la plataforma que uso para tales investigaciones y de donde obtengo acceso a una ingente cantidad de documentos digitalizados por una gente que ha hecho una gran labor de conservación (La Iglesia conocida popularmente como Los Mormones, con quienes no tengo afiliación ni relación más allá de mi infinito agradecimiento por su plataforma Family Search). En esta plataforma, uno va armando el árbol y dependiendo de los datos registrados le van sugiriendo posibles registros para revisar o uno mismo puede buscarlos manualmente (tarea mucho más demorada pero en varias ocasiones, con demasiado valor).

 Ya tenía los registros de Gregorio y de Rosaura, papás de María Sinforosa (y unos cuantos hijos cuyas partidas de bautizo ya había encontrado de Piedecuesta el día anterior)  y como tengo costumbre, basándome en la fecha de nacimiento del hermano menor, agregué una fecha estimada de nacimiento del señor Gregorio y la señora Rosaura, junto con la estimación de que quizás habían nacido en Piedecuesta. Inmediatamente después sucedió la segunda parte de la magia que ya el ambiente se había empeñado en iniciar: Surgió una nueva sugerencia gracias a la nueva estimación, esta vez era el acta de matrimonio de Gregorio y Rosaura, esta vez en la Iglesia de Los Santos, Santander.

 

El click

El almuerzo llegó al rato, y yo ya andaba extasiado, me sentía muy contento de ver un registro de matrimonio de apenas 11 años después de La Batalla de Boyacá de los padres de la persona que yo no más hace dos días atrás no tenía información más allá de un nombre y un apellido, pero que ahora se me hacía más claro todo. 

Cabras santandereanas: las conquistadoras del Cañón 

 

Tan claro que no pude evitar pensar en lo siguiente: El cabro y la pepitoria son comidas muy típicas de nuestra región, especialmente del Cañón del Chicamocha por su misma vegetación y geografía, y el municipio de Los Santos está ubicado por las cercanías de tal hermoso cañón, así que... ¿cuántas veces habrán comido un cabrito con pepitoria, yuca y arepa santandereana?

 

¿Cuántas veces habrían compartido un ambiente como el que yo estaba viviendo en ese momento? además de la comida, con la cocina de leña o carbón al lado (yo estaba muy cerca de la zona de asado) y quién sabe con qué música, que aunque no tuvieran algo para reproducirla, quizás a mi vieja Rosaura le gustaba cantar junto con Gregorio antes de comer luego de que ella preparara el cabro.

Me sentí con ellos, que aunque nunca los conocí, sentí conectar tanto con su momento del almuerzo, que solo pude pensar en cómo Rosaura preparaba el cabro, si le quedaba más rico que el que estaba comiendo, que de por sí estaba delicioso y estaba disfrutando junto con el recuerdo nostálgico de algo que nunca viví pero que gracias a la genealogía ya empezaba a dilucidar: el recuerdo de los que ya no están, pero que sin ellos nosotros no estaríamos aquí.

 Quizás cuando ya había nacido el que hasta el día de hoy tengo registro de ser la mayor (precisamente, Maria Sinforosa) y estaban disfrutando un cabro como el que yo comía con ella de dos años de edad mientras fuera de la casa de bahareque el Sol quemaba el cañón como de costumbre.

 La emoción llenó tanto a mi ser, que agradecí haberme puesto de espaldas a la mayoría de la gente en el restaurante (cosa que nunca hago) porque, también gracias en parte al humo del asado, me encontraba con los ojos aguados y el recuerdo fijado 2 siglos antes.

 

No creo que en la vida en el más allá, pero quiero honrar en la mía a Gregorio y a Rosaura, gracias por traer a Sinforosa a estas tierras santandereanas que también me vieron nacer y me han alimentado con su riqueza. 

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